miércoles, 18 de octubre de 2017

Inteligencia emocional

Ya ha pasado tiempo, pero como sea. En el mes de octubre traemos un relato de la página Literautas. En este mes la tarea gira en torno a crear un relato comenzando con la frase "Era más que un simple robot" y el reto opcional de que sea una historia de amor. Sin más que decir, aquí va la versión completa.





Inteligencia emocional.

Era más que un simple robot, era un ser humano. O al menos así se sentía desde el primer momento en que la vio.

     No recuerda mucho de su estado inconsciente, antes de la existencia, pero en cuanto abrió los ojos y vio su rostro frente a él su misma realidad comenzó con un estallido. De inmediato ella se identificó como su creadora y le hizo varias preguntas para probar su correcto funcionamiento. Él, obediente a una programación que aún no comprendía del todo, respondió mecánicamente, como un robot. Pero sabía que no lo era.
     
     Incluso cuando la mujer lo llevó frente al espejo para que se contemplara a sí mismo y se reconoció en aquél armatoste de metal, circuitos y luces, no dudó un instante de su humanidad, aunque se preguntaba cómo podía estar tan seguro de ello cuando claramente le decían que era esta cosa.
                
     En las semanas siguientes se limitó a realizar tareas y participar en pruebas para complacer a su creadora, pues al parecer ella lo había construido como un robot de rescate que ayudaría a mucha gente. Fue liberando dentro de él funcionalidades avanzadas tales como sensores térmicos y detectores de movimiento e incluso le mostró su capacidad para realizar cálculos infinitesimalmente precisos en fracciones de segundo.
                
     Sin embargo, a pesar de todas estas habilidades de las que sin duda los humanos carecían, él seguía sintiéndose humano. Lo sentía cuando veía a su creadora concentrada en sus cálculos, cuando la contemplaba prepararse el café o cuando ella estaba dormida sobre su escritorio. Incluso gracias a sus sensores térmicos veía el calor que emanaba de su cuerpo, los latidos de su corazón que impulsaban la vida a través de ese amasijo de carne y músculos. Cuando esto pasaba se maldecía por no tener una piel con la cual tocar y entonces se apagaba deliberadamente, haciéndole creer a la mujer que su batería se había agotado.
                
     Con el tiempo fue dándose cuenta que dentro de él latían dos corazones: uno hecho de circuitos y electricidad, dictándole órdenes y reacciones mecánicas, impulsos predefinidos. Sin embargo, más profundo, había otro: un corazón que latía por todo su ser con una fuerza que parecía quemarlo cada que veía a su creadora. Según la base de datos en línea a la que estaba conectado permanentemente, aquello que sentía recibía el nombre de “amor”.
                
     Pero la mujer parecía no darse cuenta de lo que sucedía. Continuamente hablaba con él y le hacía pasar por diferentes circuitos de prueba, le presentaba problemas y mientras él recitaba las respuestas correctas ella se limitaba a anotar en su pequeña libreta. No se daba cuenta de que él era un humano por el simple hecho de poder amarla. ¡Él tenía que hacérselo saber, tenía que aprender a comunicarse!
                
     Como no estaba habilitado para hablar, solo para emitir ruidos de alarma, lo más viable sería aprender a escribir. Esto tampoco resultó tarea sencilla puesto que sus grandes y rechonchas tenazas se habían diseñado para levantar objetos pesados, no para sostener un fino lápiz. Aun así no cejó en su empeño convencido del amor que sentía era lo suficientemente fuerte como para cambiar el objetivo de su diseño. Después de todo, ¿no hacen eso los humanos?
                
     El día que logró dominar la técnica de escritura prefirió no apagarse y aguardar despierto el amanecer. Durante toda la noche su corazón de circuitos imaginó cientos de escenarios de lo que pasaría cuando declarara su amor y su segundo corazón, el de fuego, se quedaba con aquellos que avivaban aún más su llama. Así lo sorprendió el ingreso de su creadora al laboratorio.
                
     Ella inició con las pruebas de rutina, pero él, haciendo un gran acopio de fuerza, logró vencer a su programación y quedarse inmóvil. Curiosa, la mujer que amaba se le acercó y le preguntó si le sucedía algo y él, impulsado por el fuego de su segundo corazón, tomó el lápiz con su tenaza y escribió un enorme “Te amo” sobre la mesa.
                
     Volteó a ver a su creadora en espera de alguna sonrisa, pero la halló totalmente erguida frente a él con los ojos desmesuradamente abiertos; incluso su temperatura corporal había bajado. Creyendo que no había captado el mensaje a pesar de su claridad, repitió la frase varias veces sobre la mesa y fue en la vigésima ocasión que la doctora se dejó caer sobre una silla.
                
     “Me temía que esto pasara” le dijo sin levantar la vista del suelo. “Cuando te creé usé una plantilla basada en una secuencia genética propia en tu programación para hacer tu labor de rescate más ‘humana’. Pero no es correcto que una máquina, un simple robot, sienta amor. Es solo un error en tu código. Solo debo escribirlo nuevamente, resetear y, en el peor de los casos, armarte de nuevo”.
                
     El robot apenas escuchó lo último. El fuego de su segundo corazón menguaba al punto de convertirse en una brasa más helada que el metal con que estaba hecho. Su amor, su humanidad, era solamente un error; todo lo que había “sentido” en aquellos días era producto del fracaso, de un código corrompido por secuencias que ni siquiera le pertenecían. La mujer lo cargó como quien lleva una herramienta de un lado a otro. Volvería a ser lo que era o, mejor dicho, despertaba de la ilusión de lo que nunca fue.
               

Cuando la doctora colocó a su creación AF-127K sobre el escritorio para revisarlo más a fondo, no pudo hacerlo funcionar. Revisó sus circuitos y los halló perfectos; corrió su programación en una simulación y no halló nada grave. Simplemente el robot dejó de funcionar.


Se encogió de hombros. Tampoco era la primera vez que un prototipo fallaba. Solo tenía que reutilizar sus piezas en el siguiente modelo y todo estaría bien.


Y pues esto es todo. Dejen sus comentarios con sus observaciones. No se olviden de la ortografía.

Hasta luego.

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